sabato 27 giugno 2015

WILLIAM TUCKER: MASA Y FIGURA - MUSEO DE BELLAS ARTES, BILBAO




WILLIAM TUCKER
MASA Y FIGURA
Museo de Bellas Artes de Bilbao
Museo Plaza 2 - Bilbao
09.06.2015 - 14.09.2015

William Tucker (El Cairo, 1935) fue uno de los pioneros en Europa del movimiento minimal y actualmente es uno de los escultores más reconocidos internacionalmente. Su obra presenta una vuelta a la escultura figurativa desde una interpretación personal basada en la simplicidad orgánica e interesada por cuestiones de masa y escala. Ha desarrollado también una importante labor docente en el campo de la historia del arte y en 1974 publicó The language of sculpture, que ha quedado como un manual de referencia en los estudios sobre escultura contemporánea.
Instituciones relevantes como la Whitechapel Gallery (1965), la Tate Gallery (1971 y 1987), la Serpentine Gallery (1973), el Arts Council of Great Britain (1973) o la Tate Liverpool (2001) han presentado exposiciones dedicadas a Tucker. En 2010 recibió el prestigioso premio Lifetime Achievement otorgado por el International Sculpture Center.
Esta exposición, la primera de Tucker que se organiza en nuestro país, reúne con el patrocinio de BBK más de cien piezas fechadas entre mediados de la década de los ochenta y comienzos de este siglo, seleccionadas por el catedrático Kosme de Barañano, comisario de la muestra: 12 esculturas de gran tamaño, 12 de tamaño medio y 24 maquetas para sus grandes piezas en espacios abiertos que contextualizan temáticamente toda su producción. Además, se muestran 57 grandes dibujos realizados también a lo largo de los últimos treinta años de su carrera artística que ayudarán a comprender el proceso creativo de sus piezas. Tucker tiene presencia en la escultura pública de Bilbao con el bronce de 3,5 toneladas de peso y 3 metros de altura titulado Maia (1997), situado desde 2002 en el paseo de Abandoibarra.
A pesar de la aparente abstracción de sus obras, Tucker repasa los temas clásicos de la mitología y de la historia del arte –cabezas humanas o animales, torsos, pies…– y culmina una visión que enfatiza la energía de la materia escultórica, en una secuencia emprendida por otros escultores del siglo XX como Auguste Rodin (París, 1840-Meudon, 1917) o Medardo Rosso (Turín, 1858-Milán, 1928).

William Tucker
De padres británicos, William Tucker nace en El Cairo en 1935, pero con dos años se traslada a Inglaterra. Estudia Historia en la Universidad de Oxford entre 1955 y 1958, y tras ver en Londres en 1957 la exposición Sculpture 1850 to 1950 decide seguir su vocación de escultor.
En años siguientes cursa estudios de Bellas Artes en la St. Martin's School of Art, también en Londres, en donde tiene como profesores a los influyentes escultures Eduardo Paolozzi y Anthony Caro. En 1961 recibe la prestigiosa beca Lord Sainsbury Scholarship y en 1965 la Peter Stuyvesant Travel Bursary. Años más tarde ejerce la docencia en St. Martin's y en el Goldsmiths College de Londres y en 1968 es elegido Gregory Fellow in Sculpture en la Universidad de Leeds, donde comienza a impartir una serie de conferencias sobre escultura que más tarde serán recopiladas en el libro The language of sculpture (1974).
En 1972 Tucker representa a Gran Bretaña en la Bienal de Venecia con esculturas abstractas, que son como grandes trazos de metal, con las que expresa su rechazo a los valores narrativos de la escultura figurativa y comienza a interrogarse sobre la esencia misma de la escultura.
Al año siguiente es el primer artista que expone de forma individual en la Serpentine Gallery de Londres, creada poco antes como kunsthalle para el arte contemporáneo por el Arts Council of Great Britain, institución que en 1975 le encarga el comisariado de la muestra The Condition of Sculpture, en la Hayward Gallery de Londres. Para esta exposición Tucker seleccionó obras de escultores que, en sintonía con sus propios intereses artísticos, primaban lo geométrico sobre lo orgánico y usaban nuevos materiales industriales, como la fibra de vidrio o el plástico, ajenos a los clásicos de esta disciplina.
En 1978 se instala en Nueva York para ejercer la docencia en la Universidad de Columbia, donde permanece hasta 1982, y en la New York Studio School. En 1981 recibe la beca Guggenheim Fellowship for Sculpture y se adentra en un nuevo campo de realización de la escultura, basado en los principios originarios de este arte: la verticalidad y el modelado. Tucker, que había sido uno de los pioneros del movimiento minimal en Gran Bretaña, representa en este momento la vuelta a la escultura figurativa con una visión propia que simplifica volúmenes de cualidades orgánicas. En 1986 obtiene la nacionalidad americana y recibe una beca del National Endowment for the Arts.
En 2010, el International Sculpture Center de Estados Unidos le otorgó el prestigioso premio Lifetime Achievement. En la actualidad se pueden encontrar esculturas de Tucker en las colecciones más importantes del mundo, como las de la Tate Gallery de Londres, el Guggenheim y el MoMA de Nueva York, el Nasher Sculpture Center de Dallas, el Museum of Fine Arts de Houston y la Art Gallery of New South Wales de Sydney, entre otras.

La exposición
Esta exposición presenta un recorrido, que no sigue un orden estrictamente cronológico, por los últimos treinta años del trabajo de Tucker, desde 1985 hasta el presente. Reúne esculturas y dibujos para mostrar al espectador dos formas de abordar el modelado y de expresar el sentido escultórico de toda superficie. Es la primera retrospectiva del artista en nuestro país y la primera vez que se exponen tantos dibujos junto a sus esculturas, precisamente para que el espectador pueda comprender mejor las claves intelectuales y formales de la obra de Tucker.
No es la primera vez, sin embargo, que la obra de Tucker se expone en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Participó ya en 1962, junto a la de artistas como Anthony Caro, John Latham, Brian Wall y Philipp King, en una muestra organizada por el Arts Council of Great Britain titulada Joven escultura inglesa. En aquel momento Tucker exploraba las posibilidades de la fibra de vidrio y daba prioridad a la línea sobre la masa, a la geometría sobre lo orgánico. Pero a partir de comienzos de la década de los ochenta, y después de haberse consolidado como uno de los minimalistas de la New British Generation, comienza a interesarse por el volumen, por la masa sólida, y por el modelado a mano del yeso con el fin de explorar formas vitales fragmentarias: cabezas de hombres o caballos, manos, pies, danzantes o torsos.
Es precisamente esa etapa la que muestra esta exposición titulada Tucker. Masa y figura, que recoge el interés primordial del escultor por el volumen, es decir, la vuelta a una escultura figurativa que hunde sus raíces en el arte prehistórico, a la que Tucker aporta una nueva visión simplificando las formas para buscar su esencia.
La muestra comienza con tres grandes piezas de hace una década entre las que se incluye The Cave (2005) –situada en la Gran Vía de Bilbao, junto a la sede de BBK–, con una clara referencia a la novela La caverna de José Saramago, protagonizada por un alfarero.
Ya en el museo, Night (2004), que evoca La Noche de Miguel Ángel en la capilla de los Médicis de la basílica de San Lorenzo, en Florencia; y The Void (2005), relacionada con la obra de Giacometti Manos sosteniendo el vacío. Son bronces de manos que, como torsos, constituyen un fragmento de la anatomía humana en obra autónoma. Se relacionan estrechamente con la historia de la escultura occidental y con creaciones emblemáticas de Miguel Ángel o Auguste Rodin. Como fondo de esta primera visión aparece el bronce Ouranos de 1985.
El recorrido continúa con la cabeza Homage to Rodin (Bibi) (1999), tema que repite a mayor escala en piezas como The Hero at Evening (2000) o Emperor (2002). Varias de estas cabezas aumentadas y fundidas en bronce o realizadas en hormigón se han convertido en monumentos para espacios públicos.
Tras este primer acercamiento a manos y cabezas se crea una cesura temporal que conduce a tres masas verticales colocadas sin peana sobre el suelo y que representan las fuerzas telúricas que simbolizan la vida y la muerte. Son las tres obras de 1985 con denominaciones de dioses clásicos: Tethys, Kronos y Rhea. Tucker usa nombres extraídos de la mitología griega para definir estas formas primordiales antes de que el mito las hubiera caracterizado con atributos determinados para definir fuerzas generales como el océano, el tiempo o la tierra.
Más adelante se han colocado tres grandes piezas muy recientes que aún no han sido fundidas en bronce. Son tres yesos con diferente textura y coloratura: Chimera (2008), inspirada en un yeso de Brancusi, Odalisque (2008) y Day (2012). La visión de estas tres esculturas de taller puede ofrecer al espectador pistas sobre la manera de trabajar de Tucker, la dificultad de modelar a gran escala y el reto posterior de fundir estas piezas.
Siguiendo la secuencia temporal se presentan cuatro cabezas de 1998 –Our Leader, Good Soldier, Persecutor y Sleeping Musician–, diversas cabezas de caballo de 1986 tituladas genéricamente Horse, así como tres modelos para Boston –Greek Horse, Chinese Horse y Day– de apenas 10 centímetros, que sirven para analizar el sentido de la escala del artista.
Continúa la muestra con la maqueta de Maia, fechada en 1997, escultura que realizó para el paseo de Abandoibarra de Bilbao ese mismo año, y que representa un torso femenino que surge de la tierra, densa y primitiva, para evocar la potencial fecundidad, idea presente también en Eve (1991) o en Demeter (1998). Finalmente, se han instalado dos peanas con maquetas de trabajo empleadas por el artista entre 1991 y 2011.
En todo el recorrido se exhiben grandes dibujos a lápiz, carboncillo, tinta o tiza negra, y monotipos (estampas producidas de manera única) que sirven a Tucker como investigación paralela a su escultura. El artista dibuja de pie frente a un papel clavado a la pared, lo que da un resultado similar al de un relieve frontal en el que se recoge la energía de su creador.
En todas estas obras Tucker, siguiendo un camino que inició Rodin, huye de la escultura que tiene como fin monumentalizar la figura humana y hacer de la representación de un tema su razón de ser. Su obra, además, supone un repaso a la historia de la mitología y a los temas de la historia del arte. Las esculturas de Tucker son volúmenes enigmáticos que el espectador tiene que desvelar a partir de indicios más o menos reconocibles o del conocimiento de referencias literarias o a la historia del arte.
Son presencias físicas, masas en las que el modelado en yeso o arcilla de las manos del escultor traza gestos incompletos que conforman una superficie con la ambigüedad deliberada del non finito. Todas parecen abstractas, aunque una mirada más atenta revela que son cabezas, torsos o manos con una cualidad monumental y un perfil cambiante que obligan al espectador a moverse a su alrededor y relacionarse no sólo visualmente sino también corporalmente con ellas. Como resume Kosme de Barañano en unas líneas del ensayo que ha escrito para el catálogo de la exposición, las esculturas de William Tucker "son masas primordiales al borde de la figuración, como grandes meteoritos caídos sobre la tierra".