KENDELL GEERS HELLRAISER
HELLRAISER
Galeria ADN
Enric Granados 49 - Barcelona
25 de Noviembre – 14 de Enero de 2012
ADN Galería inaugura el 25 de noviembre Hellraiser, la primera exposición personal de Kendell Geers en la galeria, comisariada por Pierre-Olivier Rollin, director del B.P.S.22 de Charleroi, y ADN Galeria.
La obra de Geers formula un discurso crítico y desacralizante atípico en el panorama artístico actual. Eje central de su trabajo, la noción de poder se declina en representaciones que convocan directa o metafóricamente temas como la violencia, la religión, la moral, el sexo, la disciplina y el miedo. Geers socava el sistema de valores fijados por nuestra sociedad occidental, apuntando sin piedad a aspectos que permanecen en la sombra: luchas de poder, racismo, coacciones, injusticias, explotación de los más débiles, falso puritanismo.
Sin adoptar el tono moralista y bien pensante que caracteriza al arte que se reivindica “político”, Geers prefiere actuar como un “terrorealista” (según un término creado por él) que exhibe lo real de manera impúdica, sin los filtros ideológicos, morales o religiosos que suelen alterarlo. No duda en recurrir a formas y expresiones que provocan por su violencia, su carácter autoritario o sexista, ni en desmontar los ideales de pureza racial, ideológica, religiosa. Basadas en motivos visuales recurrentes y en materiales humildes (cristales clavados en soportes variados, estatuas envueltas en cintas utilizadas por la policía para circundar los lugares de crímenes, pintura o tinta negra derramada, materiales de construcción), las obras del artista intervienen como señales desestabilizadoras en un sistema cuya legitimidad se basa en la omisión tácita de sus disfunciones.
Dice Pierre Olivier Rollin, comisario de la exposición: “En esta exposición, el artista articulará algunas obras realizadas en los últimos años junto a sus últimas producciones: dibujos, esculturas, pinturas, superficies esculturales, instalaciones, murales. La exposición recoge las preocupaciones recurrentes del artista desde sus comienzos: la conjunción de las posiciones extremas, la transformación de las imágenes y de los objetos, la reinterpretación política del ready-made, del minimalismo o del arte conceptual, el desajuste de los sentidos, las aporías del lenguaje. Reagrupadas en un amplio “cluster hanging”, las obras de varias épocas, sobre soportes distintos y con formas de expresión diversificadas, compondrán una amplia instalación que multiplica los niveles de comprensión entre ellas. La profunda coherencia, así como las ramificaciones de la obra, surgen a través de las múltiples posibilidades de interpretación, deliberadamente sugeridas por la disposición de las obras.”
La serie de obras expuestas en ADN sorprende por su eficacia comunicativa: son sencillas y determinadas, bien estructuradas y visualmente atractivas. La dimensión estética de la obra actúa como contrapeso de un contenido altamente provocador o violento, recordándonos irónicamente que la violencia también es “glamurosa” y genera fascinación y adicción. El titulo de la exposición, Hellraiser, traducible como “el que levanta o despierta el infierno” juega justamente con esta visión dual de una figura deseable precisamente por potente y peligrosa. Un gran mural declina el conocido motivo “LOVE” de Robert Indiana hasta rendirlo irreconocible, entre letras y formas abstractas o tribales que parecen a veces cuchillas de afeitar estilizadas.
La misma sensación de amenaza latente emana de una instalación compuesta de ladrillos en suspensión. Varias esculturas en bronce declinan motivos familiares en el registro de Geers: iconos religiosos, políticos o populares como el famoso “Manneken Pis” belga, variaciones sobre estatuas africanas, y objetos cotidianos con huellas digitales o moldes del cuerpo del artista. El artista expone también dibujos pornográficos que juegan con la condición voyerística del espectador que se verá reflejado en el soporte de las obras, así como una serie de intervenciones sobre imágenes apropiadas de revistas.
En estas obras se privilegia el humor negro, la obscenidad tranquila, el uso frio de lo blasfemo, la provocación sonriente y mordaz. El lenguaje mismo, componente importante en la obra de Kendell Geers, tiene doble cara: las formulas enigmáticas que aparecen en sus dibujos o pintadas en las paredes esconden palabras y conceptos genéricos, muchas veces reapropiaciones de discursos artísticos o políticos conocidos. Geers maltrata y transforma el lenguaje, consciente que se trata de un medio ambivalente, susceptible así mismo de manipular al público. Frente a la obras, el espectador no tiene otra elección que reflexionar sobre su propia adhesión a ese guión fantasmagórico, su grado de complicidad y de disfrute.
A pesar de su tonalidad iconoclasta, la expresión de Geers es raramente unívoca, ya que el artista mantiene una ambigüedad sobre su propio posicionamiento. Asimismo, la biografía del artista y su mitología personal encarnan esta ambivalencia; de su identidad de blanco nacido y criado en Sudáfrica, en desacuerdo con el régimen del Apartheid, hasta su decisión de adoptar 1968 como fecha de nacimiento simbólica, Geers explota en parte su propia historia y se construye un personaje ficticio, mientras los discursos críticos instrumentalizan estos datos para erigirlo, a su vez, en otro icono subversivo.
HELLRAISER
Galeria ADN
Enric Granados 49 - Barcelona
25 de Noviembre – 14 de Enero de 2012
ADN Galería inaugura el 25 de noviembre Hellraiser, la primera exposición personal de Kendell Geers en la galeria, comisariada por Pierre-Olivier Rollin, director del B.P.S.22 de Charleroi, y ADN Galeria.
La obra de Geers formula un discurso crítico y desacralizante atípico en el panorama artístico actual. Eje central de su trabajo, la noción de poder se declina en representaciones que convocan directa o metafóricamente temas como la violencia, la religión, la moral, el sexo, la disciplina y el miedo. Geers socava el sistema de valores fijados por nuestra sociedad occidental, apuntando sin piedad a aspectos que permanecen en la sombra: luchas de poder, racismo, coacciones, injusticias, explotación de los más débiles, falso puritanismo.
Sin adoptar el tono moralista y bien pensante que caracteriza al arte que se reivindica “político”, Geers prefiere actuar como un “terrorealista” (según un término creado por él) que exhibe lo real de manera impúdica, sin los filtros ideológicos, morales o religiosos que suelen alterarlo. No duda en recurrir a formas y expresiones que provocan por su violencia, su carácter autoritario o sexista, ni en desmontar los ideales de pureza racial, ideológica, religiosa. Basadas en motivos visuales recurrentes y en materiales humildes (cristales clavados en soportes variados, estatuas envueltas en cintas utilizadas por la policía para circundar los lugares de crímenes, pintura o tinta negra derramada, materiales de construcción), las obras del artista intervienen como señales desestabilizadoras en un sistema cuya legitimidad se basa en la omisión tácita de sus disfunciones.
Dice Pierre Olivier Rollin, comisario de la exposición: “En esta exposición, el artista articulará algunas obras realizadas en los últimos años junto a sus últimas producciones: dibujos, esculturas, pinturas, superficies esculturales, instalaciones, murales. La exposición recoge las preocupaciones recurrentes del artista desde sus comienzos: la conjunción de las posiciones extremas, la transformación de las imágenes y de los objetos, la reinterpretación política del ready-made, del minimalismo o del arte conceptual, el desajuste de los sentidos, las aporías del lenguaje. Reagrupadas en un amplio “cluster hanging”, las obras de varias épocas, sobre soportes distintos y con formas de expresión diversificadas, compondrán una amplia instalación que multiplica los niveles de comprensión entre ellas. La profunda coherencia, así como las ramificaciones de la obra, surgen a través de las múltiples posibilidades de interpretación, deliberadamente sugeridas por la disposición de las obras.”
La serie de obras expuestas en ADN sorprende por su eficacia comunicativa: son sencillas y determinadas, bien estructuradas y visualmente atractivas. La dimensión estética de la obra actúa como contrapeso de un contenido altamente provocador o violento, recordándonos irónicamente que la violencia también es “glamurosa” y genera fascinación y adicción. El titulo de la exposición, Hellraiser, traducible como “el que levanta o despierta el infierno” juega justamente con esta visión dual de una figura deseable precisamente por potente y peligrosa. Un gran mural declina el conocido motivo “LOVE” de Robert Indiana hasta rendirlo irreconocible, entre letras y formas abstractas o tribales que parecen a veces cuchillas de afeitar estilizadas.
La misma sensación de amenaza latente emana de una instalación compuesta de ladrillos en suspensión. Varias esculturas en bronce declinan motivos familiares en el registro de Geers: iconos religiosos, políticos o populares como el famoso “Manneken Pis” belga, variaciones sobre estatuas africanas, y objetos cotidianos con huellas digitales o moldes del cuerpo del artista. El artista expone también dibujos pornográficos que juegan con la condición voyerística del espectador que se verá reflejado en el soporte de las obras, así como una serie de intervenciones sobre imágenes apropiadas de revistas.
En estas obras se privilegia el humor negro, la obscenidad tranquila, el uso frio de lo blasfemo, la provocación sonriente y mordaz. El lenguaje mismo, componente importante en la obra de Kendell Geers, tiene doble cara: las formulas enigmáticas que aparecen en sus dibujos o pintadas en las paredes esconden palabras y conceptos genéricos, muchas veces reapropiaciones de discursos artísticos o políticos conocidos. Geers maltrata y transforma el lenguaje, consciente que se trata de un medio ambivalente, susceptible así mismo de manipular al público. Frente a la obras, el espectador no tiene otra elección que reflexionar sobre su propia adhesión a ese guión fantasmagórico, su grado de complicidad y de disfrute.
A pesar de su tonalidad iconoclasta, la expresión de Geers es raramente unívoca, ya que el artista mantiene una ambigüedad sobre su propio posicionamiento. Asimismo, la biografía del artista y su mitología personal encarnan esta ambivalencia; de su identidad de blanco nacido y criado en Sudáfrica, en desacuerdo con el régimen del Apartheid, hasta su decisión de adoptar 1968 como fecha de nacimiento simbólica, Geers explota en parte su propia historia y se construye un personaje ficticio, mientras los discursos críticos instrumentalizan estos datos para erigirlo, a su vez, en otro icono subversivo.